Bienvenidos

Bienvenidos

viernes, 9 de septiembre de 2011

Dicen

     


 LA QUIMICA DEL AMOR
Esto del amor no hay quien lo entienda. Dicen, y deben decir bien, que puede existir enamoramiento sin amor, amor sin enamoramiento, sexo sin amor, amor sin sexo, soledad que te crió si no hallas a tu media naranja y, misterios de la vida, pareja de dos más solos que la una.
Dicen también, y no debe ser por decir, que el enamoramiento es eso que te pone como tonto; eso que no te deja vivir ni comer ni rascarte en paz; eso que te lleva y que te trae por esta calle y por la otra acera si se tercia; eso que te acelera el pulso, que te dilata las pupilas, que te estruja el corazón, que te hace nudos marineros en las tripas y en lo que no es las tripas; eso que te empuja al precipicio de una boca, a la sinrazón, a mover el mundo del revés, a ir cuesta abajo tan contento, a ver rosa lo renegrido, a morirte en vida a cada instante; eso que visto desde fuera aburre a la oveja y al pastor, de tan cursi; eso que se mueve por las venas sin permiso del cerebro ni de Dios ni del diablo: mariposas en la sangre, sí señor, eso debe ser el dichoso enamoramiento.

El amor es otra historia. Un amor es un cimiento de hormigón en el alma. Dicen, y no dicen por decir, que la pupa de amor es muy mala de sanar y, que si sana, sana feo. La pupa de amor es como la artrosis: duele con los días lluviosos, con el viento, con los cambios bruscos de temperatura, por las mañanas, por las tardes, por las noches y cuando respiras.

Pero el enamoramiento tiene una vida corta; ¡a ver qué cuerpo aguanta en feria todo el año! En realidad, este revuelo de hormonas dura apenas unos meses. Luego, a Dios gracias, se te cierra la boca y al menos ya no babeas en público al pronunciar en vano el nombre del individuo o la individua que, en el mejor de los casos, te ha puesto una temporadita cara al Sol.
Y, sin embargo, lo que son las cosas, al amor no le gustan nada los aspavientos. Es más, si no le tocan las narices se queda quietecito y zorruno en su rincón. Pero que nadie se engañe: está ahí; está a las duras y a las maduras; está con pan y cebolla; está cuando ya se te cayó el culo al suelo; está siempre y porque sí y sin motivos para estar; está y sobrevive a esa guarra del Más Allá llamada Muerte; está y se queda aunque uno sea un petardo que no merece que esté ni que se quede; está y sigue estando cuando llegan las dentaduras postizas y cuando las entradas ya no son para los toros pero sí dan la vuelta al cráneo.
Así es el amor: desinteresado hasta el absurdo, algo que casi todos los seres humanos buscamos bajo las piedras, si bien, otros, en cuanto el amor asoma las orejas, huimos acojo... muertos de miedo.
El amor es muy del alma, el enamoramiento muy de la sangre, el sexo muy de los sentidos y todos muy del hombre; conclusión, no hablemos de ninguno de los tres, vamos a guardarlos en una cajita del corazón para que no se nos gasten, para poder olerlos cuando seamos reviejos, para que cuando nos entierren no nos quiten lo único que podemos llevarnos de este mundo, lo bailado.
El despelote de los sentidos es sólo eso, el despelote de los sentidos; no le demos más importancia porque no tiene más..., ni menos. Debajo de las sábanas existe todo un universo en el que no debemos entrar si no hemos sido invitados.

Lo único cierto es que todo esto del amor y sus demonios es un lío. Así que dejemos que las mariposas de la sangre sobrevuelen el cimiento de hormigón del alma y que el cimiento de hormigón del alma se construya en mitad del despelote de los sentidos y que el despelote de los sentidos y el cimiento en el alma y las mariposas de la sangre sean, juntos o por separado, muy felices .

No hay comentarios: